Después de una semana de tensiones por la amenaza de guerra internacional con Venezuela, Ecuador y Nicaragua, el conflicto estalló en el barrio San Fernando de Cali, más exactamente en la tribuna sur del Estadio Pascual Guerrero. Allí saltó la válvula de escape en manos de los vándalos que tras la pasión del fútbol esconden conflictos, armas, drogas y licor.
En la refriega hubo generales bien troperos como el técnico del América de Cali, Diego Umaña quien con la precisión de un misil lanzó un golpe a su colega del Deportivo Cali, Daniel Carreño, que lo hizo rodar por la gramilla.
Atrás quedan los buenos propósitos del barrismo social o del “juego limpio…Señores”. La guerra se desató en medio de un espectáculo que por dentro está lleno de cosas oscuras, hasta donde no llega la ley. Hubo insultos de todos lo calibres, patadas, puños, navajas, piedra y vandalismo.
Lo peor de cualquier guerra son las víctimas. En la batalla del Pascual Guerrero la cifra de heridos llegó a 80, mientras que los daños materiales, tanto al Estadio como a las viviendas cercanas al escenario deportivo, aún no se terminan de cuantificar.
Absurdo que el deporte se convierta en lo que vimos el fin de semana. Ni Chavez con sus insultos y amenazas logró lo que la cabeza caliente de Umaña hizo con su colega y vecino de plaza. Al mejor estilo de las marrullerías de los jugadores Umaña lanzó el golpe y escondió la mano.
Con cierta razón un vecino del sector afirmó que ir al estadio de Cali es como firmar la partida de defunción. Ojalá el señor Umaña no tenga nada más que ver con el fútbol en Colombia y que se cumpla a cabalidad el anuncio del alcalde de la ciudad, Jorge Iván Ospina, en el sentido que la tribuna sur no tendrá público hasta cuando la gente sepa comportarse… Cosa bien difícil conociendo la pasión malsana que mueve a algunos hinchas.
lunes, marzo 10, 2008
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