miércoles, junio 25, 2014

España: con rey y sin corona

Por Jorge Manrique Grisales
Granada (España)

Dos horas y media antes que España y Chile tocaran el balón en el legendario estadio Maracaná de Río de Janeiro, el rey de España firmaba la ley mediante la cual abdicaba a su trono en favor de su hijo, el príncipe Felipe. Cuando el árbitro señaló el final del encuentro que perdieron los ibéricos 2-0 faltaba apenas una hora para que la ley firmada a las 6:30 de la tarde  del miércoles surtiera todos sus efectos y el entonces Príncipe de Asturias se convirtiera en Felipe VI.

A 420 kilómetros del palacio real de Madrid, los comercios cerraron en Granada. Había que concentrarse para cuatro acontecimientos: la celebración de la fiesta del Corpus Cristi, el relevo en el trono de España, el partido de los campeones del mundo y la reaparición en la plaza de toros esta ciudad del torero José Tomás.

Del Corpus Cristi se ocuparon algunas gentes que adornaron los balcones de sus casas con el santísimo cáliz y algunas damas mayores que en la Catedral de Granada adornaron con flores un costoso paso de procesión labrado en plata.  Del rey se ocupó la gran prensa en sus titulares de despedida. Del fútbol, todo el mundo, y de José Tomás los aficionados que se arremolinaron alrededor de las últimas boletas para la primera corrida del Corpus Cristi.

Estos cuatro acontecimientos se vivieron al amparo de las banderas de España que salieron a los balcones y a las puertas de los bares para invitar a los hinchas a pasar el partido con tapas y cerveza. En las calles mucho calor y mucho turismo. Los termómetros alcanzaron los 37 grados.

De la fiesta religiosa del Corpus Cristi pocos hablan pero todos se volcaron a ver la procesión por la Gran Vía de Granada. Los más jóvenes ni se imaginan lo que significan esas dos palabras calcadas del latín. En España la religión es un asunto de cada cual pero lo cierto es que Granada se paraliza el jueves de Corpus. Las tiendas cierran desde la víspera y a pesar de la crisis, las fiestas de guardar son sagradas.

Del rey se dice que ya no vale la pena discutir si monarquía o república. Un taxista lo resumió así: “alguien dijo por ahí  que el rey también es un republicano… Y tiene razón... Nos ayudó a organizarnos... Creo que más de la mitad de los españoles está de acuerdo con que sigamos teniendo rey”.

La televisión pública transmitió en directo la sucesión del rey y los noticieros repitieron una y otra vez las escenas de la sucesión. Algunos comentaron después que el rey Juan Carlos I ya estaba muy enfermo y que inclusive casi se cae en las ceremonias debido a su pérdida de equilibrio.

Como ya no había nada que celebrar en cuanto al Mundial de Fútbol, los españoles observaron tranquilos el paseo de los nuevos monarcas en Madrid. De las calles desaparecieron las camisetas rojas y las que había exhibidas en las tiendas bajaron de precio. Pareciera como si los dueños de los locales quisieran deshacerse de ellas cuanto antes.

Antes del partido contra Chile, los periodistas hablaban con cautela. Había un cierto aire de pesimismo y de temor por lo que podía pasar. El diario Marca publicó dos artículos de miedo en los que le recordó a sus lectores las veces que España fue eliminada de los mundiales. Fue como una advertencia.

En otro escenario, en la plaza de toros de Granada, José Tomás se levantó como Lázaro de su tumba, luego de que el quinto toro de la tarde le propinara una fuerte paliza que lo dejó inconsciente en la arena. Después de varios minutos de incertidumbre salió por su propio pie de la enfermería y le dio muerte al toro. El público estaba enloquecido. Le otorgaron los máximos trofeos y alguien gritó de entre la multitud que colmó los tendidos: ¡Viva España!.. A esa hora de la tarde, casi las 10, nadie se acordaba de la selección de fútbol, del nuevo rey o la procesión de Corpus. Los bares estaban atiborrados de aficionados que hablaban de la gesta de José Tomás.

Fue una semana en la que España tuvo nuevo rey, celebró como Dios manda la fiesta del Corpus, vio la resurrección del torero José Tomás, pero también perdió la corona de campeón mundial de fútbol.

domingo, abril 20, 2014

El periodismo en tiempos de la escritura embrujada

Por Jorge Manrique Grisales

Cuando José Arcadio Buendía atravesó con su lanza de cazar tigres el cuello de Prudencio Aguilar, una noche de pelea de gallos, estaba sellando su destino. Primero, su mujer, Úrsula Iguarán, dejaría de usar un extraño cinturón de castidad que le había hecho su madre con lona de vela de barco ante el miedo ancestral de concebir hijos con cola de iguana. Y segundo, después del acoso del difunto, quien se aparecía todo el tiempo limpiando su herida de la garganta, José Arcadio y Úrsula tendrían que irse a buscar otro lugar donde vivir. Tiempo después, junto con otras familias, fundarían a Macondo.

Años antes de escribir esta historia, que le valió la gloria como escritor, la curiosidad de periodista había llevado a Gabriel García Márquez a escrutar los asuntos de la muerte. El 26 de octubre de 1949, Clemente Manuel Zabala, su jefe de redacción en El Universal, lo envió a mirar lo que pasaba en el convento de las clarisas donde estaban desocupando las criptas del altar mayor pues el lugar se convertiría en hotel de lujo. Allí vio como de la cripta marcada con el nombre de Sierva María de Todos los Ángeles emergió una cabellera espléndida de color cobre intenso que se derramó sobre el piso. Eran 22 metros y once centímetros de cabellos que emergían del pequeño cráneo de una niña que murió de amor.

Yo no estaba tan seguro si fue realidad o ficción que una vez vi en persona a García Márquez, pero una foto en la página 27 de El Espectador correspondiente al domingo 20 de abril de 2014 me sacó de dudas. Allí aparece una de las señoras que en aquella época nos repartía el tinto en las apremiantes horas del cierre de edición, algunas secretarias, el fotógrafo Rodrigo Dueñas y muy al fondo, casi imperceptibles, Fernando Cano y Juan Guillermo Cano, los hijos de don Guillermo Cano, entonces director del periódico.

No me quedaron dudas después de observar detalladamente esa fotografía en la que aparece García Márquez firmando libros en la sala de redacción de El Espectador. No tengo fotos con él, ni libros autografiados. Es más, no me acerqué ese día al corrillo que asediaba al escritor quizás por un extraño temor reverencial. Quería seguir recordándolo lejano y etéreo como cuando a los 14 años comencé a comprar sus libros de cuentos juntando la mesada del recreo de varias semanas.

Cuando creí que la fascinación máxima había llegado a mis 17 años cuando leí por primera vez, en un libro prestado por un profesor,  Cien años de Soledad, apareció el relato alucinante de El Otoño del Patriarca. Me declaré entonces prisionero de su estilo de contar. Todos queríamos ser García Márquez. Tener esa cabeza prodigiosa donde nacían historias como la de La Cándida Eréndira y su abuela desalmada  o la del día en que Pelayo encontró un Señor muy viejo con alas enormes en el patio de su casa.

Sentimos frío en el estómago cuando Arcadio descubrió el amor en las sábanas de Pilar Ternera, pero también nos morimos de amor cuando Remedios la  Bella andaba desnuda por ahí, como si nada, antes de subir al cielo envuelta en las sábanas de Úrsula porque no era para nadie de este mundo.

El desmadre de los funerales de Bendición Alvarado, el paso del cometa de papel de estaño, la espléndida cena en la que los comensales se comieron a un general con todas sus insignias, las peleas de perros en el barrio donde vivía la mujer más bella del mundo y los amores de agonía en cualquier rincón de un palacio presidencial, nos pusieron en el filo de la existencia.

Pero la cosa no paró allí... Florentino Ariza se pasó la vida gastando su pólvora en la cacería de amores furtivos antes de embarcarse con Fermina Daza en un vapor por el río Magdalena para lo que les quedaba de vida. Ese fue el mismo personaje que dijo que no creía en Dios pero le temía.

El hombre que escribió sobre todas estas cosas murió un Jueves Santo, el mismo día que Úrsula Iguarán en Cien años de Soledad. Sin embargo, su sombra sigue ahí, en modo escritor y en modo periodista. Hace unos pocos días leí en voz alta con mis estudiantes de Escritura Periodística su texto Caracas sin agua para explicar la estructura de la crónica, y a otra de mis alumnas le recomendé que se leyera El cementerio de las cartas perdidas para que se le ocurrieran ideas en torno a una historia sobre el guardaequipajes de la Terminal de Transporte de Cali.

También caí en cuenta que un libro que acabo de terminar sobre el oficio de reportero está salpicado de sus enseñanzas a pesar que jamás asistí a sus muy mentados cursos en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.


Quizás lo que más me quedó sonando de todo lo que leí con motivo de su muerte sea lo que dijo el escritor William Ospina en El Espectador sobre su literatura: “…Hay siempre en ella un costado noticioso: su estilo siempre nos está informando algo. Sus párrafos tienen la claridad de la concisión, y a menudo el impacto de las noticias.”  Con esto, Ospina logró retratar de cuerpo entero al escritor-reportero que embrujó la escritura.

martes, enero 28, 2014

Carta a Falcao

Por Jorge Manrique Grisales

Apreciado Falcao:

Hasta el mismo presidente Santos sacó provecho de la desgracia nacional de verte postrado en una cama mientras tus rivales entrenan y se preparan para el Mundial. Muy sonriente se apareció en la sala de recuperación luego que te intervinieran quirúrgicamente la rodilla izquierda. En época electoral vale todo y los asesores del primer mandatario no dudaron un momento en recomendarle que dejara tirada la agenda económica de Davos, Suiza, y se fuera a mojar pantalla al lado del héroe caído.

Te cuento que el país anda con los pelos de punta no por la guerrilla, la pobreza, el desempleo o la destitución de Petro... Todos andamos pegados de la esperanza que puedas jugar en Brasil. Eres Trending Topic en las redes sociales y algunos hacen chistes sobre vos para aplacar tanta tristeza. El país se paralizó cuando se supo de tu lesión jugando un partido ante un equipo de cuarta división en Francia (siempre pensé que eso de irse para El Mónaco no fue una buena idea).

A todos nos duele que después de la hazaña contra Chile en Barranquilla, cuando empataste un partido que dábamos por perdido en el primer tiempo, ahora tengamos que resignarnos a hacerle fuerza a Jackson para que haga los goles que te estaban aguardando en las canchas brasileras. Recuerdo muy bien como colocaste ese balón para patear ese segundo penal. La frialdad con la que diste unos pasos atrás y la certeza de ese zapatazo que puso a gritar a todo un país. Yo estaba en la cafetería de la Universidad y casi me salgo de la ropa... No lo podía creer.

Al hacer un balance de fuerzas sobre las posibilidades de verte en el Mundial, pienso en lo que ha sido tu carrera. No te pareces a Maradona, Messi, Ronaldo, Forlán o el Pibe... Eres El Tigre y así comenzaron a idolatrarte los hinchas de River donde comenzaste a sacar las garras. Aún no tenías el pelo largo y conservabas una carita de niño bueno.

No sé de dónde se le ocurrió a tu papá que deberías llamarte Falcao, como aquel legendario jugador brasileño que lloró celebrando un gol ante Italia en un Mundial que ya no recuerdo muy bien. Alguna vez le escuché que quería que tú jugaras como el mencionado mediocampista carioca, pero la verdad no te pareces en nada. Eres certero cuando estás en el área. De Paulo Roberto Falcao sólo te quedó el nombre que poco o nada combina con el de tu papá, Radamel.

No se me puede olvidar cuando siendo técnico de la selección Colombia, Leonel Alvarez te puso a "banquiar" en el partido contra Bolivia en la Paz. Entras en el segundo tiempo y de inmediato le das la victoria al combinado nacional... Qué vergüenza para Leonel que creyó que teniéndote de suplente nos iba a clasificar a Brasil.

Ojalá que cuando te recuperes pienses en un futuro lejos del Mónaco. No sé si te tengamos para el Mundial de Rusia en 2018, pero todo hay que irlo pensando. Acabo de verte en una cámara hiperbárica en Twiter. Dios quiera que toda la tecnología y esa fe inquebrantable que tienes te aproximen a lo que todos queremos: verte devorar rivales en el área y marcar los goles con que sueña Colombia desde hace 16 años que no vamos a un Mundial.