Por Jorge Manrique Grisales*
Mientras los expertos se esculcan las neuronas tratando de interpretar las inquietantes cifras del desempeño de la economía, en Cali un mago callejero alista su improvisado escenario en las antiguas bodegas de la Industria de Licores del Valle, un sitio como para rodar una película de pandilleros al estilo Martin Scorsese.
Son las 7:30 de la mañana y la fila de ciudadanos para reclamar la cédula ya es larga. La economía del mago, y la de cerca de 20 personas más que laboran allí vendiendo tintos, estuches plásticos para las cédulas, minutos a celular o puestos privilegiados en la interminable cola, no depende de si el dólar subió o bajó, o de si Obama finalmente ayudó a las multinacionales gringas para que sigan inundando de carros el planeta.
Ver todo el texto en la Revista Cronopio
martes, enero 11, 2011
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