viernes, septiembre 19, 2008
EL SUEÑO DE HERR SIMMONDS A ORILLAS DEL CAUCA
Por JORGE MANRIQUE GRISALES
Tal vez el recodo del río Cauca cerca de la actual planta de Puerto Mallarino hoy no cuente mucho el episodio ocurrido hace 125 años cuando en esas aguas se hundió un barco con el que un grupo de entusiastas bugueños pretendía inaugurar el próspero negocio de la navegación fluvial. Se trataba del vapor Caldas traído pieza por pieza desde California, transportado a lomo de mula desde Buenaventura y armado a orillas del río que poco después se lo tragaría.
Los datos de esa aventura andan refundidos, pero gracias a la juiciosa reconstrucción hecha por el periodista Germán Patiño, hoy podemos conocer personajes como Carl Hauer Simmonds, un alemán que después de gastar su fortuna en arriesgados proyectos en la Costa Atlántica y Perú, llegó al Valle de Cauca, en el ocaso de su vida, a quemar sus últimos cartuchos apostándole a sus sueños de negociante. Fue él quien después del desastre del vapor Caldas se le midió a la empresa de crear una flota naviera para sacar del atraso al Valle del Cauca. Observó palmo a palmo las características del incierto río Cauca, desde Cartago a Cali, y con la agudeza de un viejo marino trazó las características que deberían tener los buques.
Ciento veinticinco años después, el río es un enfermo grave. Desde su nacimiento, en el frío santuario del Páramo de las Papas, recibe las descargas contaminantes de 183 municipios a lo largo de sus 1.350 kilómetros de recorrido por la geografía nacional antes de caer en otro moribundo, el río Magdalena, al sur del departamento de Bolívar.
Apenas comparable con la empresa de Herr Simmonds, encontramos hoy a orillas del Cauca a otros dos aventureros: Jorge Santacruz y Angela María Salazar. El primero un arquitecto que sueña con devolverle al planeta lo que la demencia del consumo humano le ha quitado, y la segunda una emprendedora líder de las causas ambientales que a punta de buenas razones ha convencido a la CVC para desarrollar un proyecto único en el país: El Ecoparque del río Cauca.
El cuento empieza por la forma como habitamos el planeta, la cantidad de energía con la que lo contaminamos y la frescura con la que botamos la basura. El denominado Jarillón del río Cauca es un monumento a la desidia de una ciudad que después de los desvaríos por la navegación fluvial, hace 125 años, le dio la espalda al río. Por décadas habitaron allí comunidades que hacían barricadas con la basura y los escombros de la ciudad para que el río no se les metiera a sus humildes viviendas. Esa era la realidad de “Villa Moscas”, nombre con el que fue bautizada esta zona del oriente de Cali.
El arquitecto Santacruz montó toda una filosofía alrededor de la recuperación, y de la mano de Angela María Salazar se reinventó como hombre del diseño y la construcción. Recogió botellas plásticas, escombros y otros materiales de los que la ciudad quiere deshacerse para construir un parque temático en homenaje a la recuperación. Hasta allí llegan los trozos de ladrillo que botan los constructores de apartamentos y el asfalto removido de los sectores por donde se abre paso el MIO.
El Ecoparque del río Cauca consta de cinco escenarios en los que se reconstruye la historia del río y lo que los caleños han hecho con su patrimonio ambiental. Es a la vez un recordatorio trágico pero también una voz de esperanza para los más jóvenes.
El jardín de “Colores, olores y texturas”, recuerda la riqueza natural de un valle que impresionó al mismo Barón Von Humbolt, “hasta el punto de suponer que en él debió de quedar situado el paraíso terrenal”, de acuerdo con el relato de Germán Patiño, consignado en los documentos digitales de la Biblioteca Luis Angel Arango. El jardín de La Baja recuerda episodios del río de donde muchos aún sacan arena para subsistir. El Cactarium recuerda imágenes de los desiertos de las películas de Hollywood, donde se muestra lo agreste de la naturaleza y como pueden deteriorarse los ecosistemas por la deforestación. Más adelante, renace la esperanza con los últimos dos jardines. Uno denominado “Germinando” y otro llamado “Vida, luz y sonidos”. Allí crecen plantas de colores fuertes y se experimenta una reconciliación entre el hombre y el medio ambiente. Con sonido de marimba del Pacífico se inaugurará esta obra.
Dentro de 10 años, los guadales que hoy no alcanzan los treinta centímetros dominarán un sitio privilegiado en el que resurgirá el sueño de Herr Simmonds, pues desde el puerto de Málaga llegará un ferry que revivirá la gloriosa época del Vapor Caldas, el Vapor Cauca y el Vapor Sucre que surcaron las aguas del Cauca en una época en la que el río fue la salvación para muchos, pues por allí llegaba y salía todo.
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