miércoles, junio 25, 2014

España: con rey y sin corona

Por Jorge Manrique Grisales
Granada (España)

Dos horas y media antes que España y Chile tocaran el balón en el legendario estadio Maracaná de Río de Janeiro, el rey de España firmaba la ley mediante la cual abdicaba a su trono en favor de su hijo, el príncipe Felipe. Cuando el árbitro señaló el final del encuentro que perdieron los ibéricos 2-0 faltaba apenas una hora para que la ley firmada a las 6:30 de la tarde  del miércoles surtiera todos sus efectos y el entonces Príncipe de Asturias se convirtiera en Felipe VI.

A 420 kilómetros del palacio real de Madrid, los comercios cerraron en Granada. Había que concentrarse para cuatro acontecimientos: la celebración de la fiesta del Corpus Cristi, el relevo en el trono de España, el partido de los campeones del mundo y la reaparición en la plaza de toros esta ciudad del torero José Tomás.

Del Corpus Cristi se ocuparon algunas gentes que adornaron los balcones de sus casas con el santísimo cáliz y algunas damas mayores que en la Catedral de Granada adornaron con flores un costoso paso de procesión labrado en plata.  Del rey se ocupó la gran prensa en sus titulares de despedida. Del fútbol, todo el mundo, y de José Tomás los aficionados que se arremolinaron alrededor de las últimas boletas para la primera corrida del Corpus Cristi.

Estos cuatro acontecimientos se vivieron al amparo de las banderas de España que salieron a los balcones y a las puertas de los bares para invitar a los hinchas a pasar el partido con tapas y cerveza. En las calles mucho calor y mucho turismo. Los termómetros alcanzaron los 37 grados.

De la fiesta religiosa del Corpus Cristi pocos hablan pero todos se volcaron a ver la procesión por la Gran Vía de Granada. Los más jóvenes ni se imaginan lo que significan esas dos palabras calcadas del latín. En España la religión es un asunto de cada cual pero lo cierto es que Granada se paraliza el jueves de Corpus. Las tiendas cierran desde la víspera y a pesar de la crisis, las fiestas de guardar son sagradas.

Del rey se dice que ya no vale la pena discutir si monarquía o república. Un taxista lo resumió así: “alguien dijo por ahí  que el rey también es un republicano… Y tiene razón... Nos ayudó a organizarnos... Creo que más de la mitad de los españoles está de acuerdo con que sigamos teniendo rey”.

La televisión pública transmitió en directo la sucesión del rey y los noticieros repitieron una y otra vez las escenas de la sucesión. Algunos comentaron después que el rey Juan Carlos I ya estaba muy enfermo y que inclusive casi se cae en las ceremonias debido a su pérdida de equilibrio.

Como ya no había nada que celebrar en cuanto al Mundial de Fútbol, los españoles observaron tranquilos el paseo de los nuevos monarcas en Madrid. De las calles desaparecieron las camisetas rojas y las que había exhibidas en las tiendas bajaron de precio. Pareciera como si los dueños de los locales quisieran deshacerse de ellas cuanto antes.

Antes del partido contra Chile, los periodistas hablaban con cautela. Había un cierto aire de pesimismo y de temor por lo que podía pasar. El diario Marca publicó dos artículos de miedo en los que le recordó a sus lectores las veces que España fue eliminada de los mundiales. Fue como una advertencia.

En otro escenario, en la plaza de toros de Granada, José Tomás se levantó como Lázaro de su tumba, luego de que el quinto toro de la tarde le propinara una fuerte paliza que lo dejó inconsciente en la arena. Después de varios minutos de incertidumbre salió por su propio pie de la enfermería y le dio muerte al toro. El público estaba enloquecido. Le otorgaron los máximos trofeos y alguien gritó de entre la multitud que colmó los tendidos: ¡Viva España!.. A esa hora de la tarde, casi las 10, nadie se acordaba de la selección de fútbol, del nuevo rey o la procesión de Corpus. Los bares estaban atiborrados de aficionados que hablaban de la gesta de José Tomás.

Fue una semana en la que España tuvo nuevo rey, celebró como Dios manda la fiesta del Corpus, vio la resurrección del torero José Tomás, pero también perdió la corona de campeón mundial de fútbol.

domingo, abril 20, 2014

El periodismo en tiempos de la escritura embrujada

Por Jorge Manrique Grisales

Cuando José Arcadio Buendía atravesó con su lanza de cazar tigres el cuello de Prudencio Aguilar, una noche de pelea de gallos, estaba sellando su destino. Primero, su mujer, Úrsula Iguarán, dejaría de usar un extraño cinturón de castidad que le había hecho su madre con lona de vela de barco ante el miedo ancestral de concebir hijos con cola de iguana. Y segundo, después del acoso del difunto, quien se aparecía todo el tiempo limpiando su herida de la garganta, José Arcadio y Úrsula tendrían que irse a buscar otro lugar donde vivir. Tiempo después, junto con otras familias, fundarían a Macondo.

Años antes de escribir esta historia, que le valió la gloria como escritor, la curiosidad de periodista había llevado a Gabriel García Márquez a escrutar los asuntos de la muerte. El 26 de octubre de 1949, Clemente Manuel Zabala, su jefe de redacción en El Universal, lo envió a mirar lo que pasaba en el convento de las clarisas donde estaban desocupando las criptas del altar mayor pues el lugar se convertiría en hotel de lujo. Allí vio como de la cripta marcada con el nombre de Sierva María de Todos los Ángeles emergió una cabellera espléndida de color cobre intenso que se derramó sobre el piso. Eran 22 metros y once centímetros de cabellos que emergían del pequeño cráneo de una niña que murió de amor.

Yo no estaba tan seguro si fue realidad o ficción que una vez vi en persona a García Márquez, pero una foto en la página 27 de El Espectador correspondiente al domingo 20 de abril de 2014 me sacó de dudas. Allí aparece una de las señoras que en aquella época nos repartía el tinto en las apremiantes horas del cierre de edición, algunas secretarias, el fotógrafo Rodrigo Dueñas y muy al fondo, casi imperceptibles, Fernando Cano y Juan Guillermo Cano, los hijos de don Guillermo Cano, entonces director del periódico.

No me quedaron dudas después de observar detalladamente esa fotografía en la que aparece García Márquez firmando libros en la sala de redacción de El Espectador. No tengo fotos con él, ni libros autografiados. Es más, no me acerqué ese día al corrillo que asediaba al escritor quizás por un extraño temor reverencial. Quería seguir recordándolo lejano y etéreo como cuando a los 14 años comencé a comprar sus libros de cuentos juntando la mesada del recreo de varias semanas.

Cuando creí que la fascinación máxima había llegado a mis 17 años cuando leí por primera vez, en un libro prestado por un profesor,  Cien años de Soledad, apareció el relato alucinante de El Otoño del Patriarca. Me declaré entonces prisionero de su estilo de contar. Todos queríamos ser García Márquez. Tener esa cabeza prodigiosa donde nacían historias como la de La Cándida Eréndira y su abuela desalmada  o la del día en que Pelayo encontró un Señor muy viejo con alas enormes en el patio de su casa.

Sentimos frío en el estómago cuando Arcadio descubrió el amor en las sábanas de Pilar Ternera, pero también nos morimos de amor cuando Remedios la  Bella andaba desnuda por ahí, como si nada, antes de subir al cielo envuelta en las sábanas de Úrsula porque no era para nadie de este mundo.

El desmadre de los funerales de Bendición Alvarado, el paso del cometa de papel de estaño, la espléndida cena en la que los comensales se comieron a un general con todas sus insignias, las peleas de perros en el barrio donde vivía la mujer más bella del mundo y los amores de agonía en cualquier rincón de un palacio presidencial, nos pusieron en el filo de la existencia.

Pero la cosa no paró allí... Florentino Ariza se pasó la vida gastando su pólvora en la cacería de amores furtivos antes de embarcarse con Fermina Daza en un vapor por el río Magdalena para lo que les quedaba de vida. Ese fue el mismo personaje que dijo que no creía en Dios pero le temía.

El hombre que escribió sobre todas estas cosas murió un Jueves Santo, el mismo día que Úrsula Iguarán en Cien años de Soledad. Sin embargo, su sombra sigue ahí, en modo escritor y en modo periodista. Hace unos pocos días leí en voz alta con mis estudiantes de Escritura Periodística su texto Caracas sin agua para explicar la estructura de la crónica, y a otra de mis alumnas le recomendé que se leyera El cementerio de las cartas perdidas para que se le ocurrieran ideas en torno a una historia sobre el guardaequipajes de la Terminal de Transporte de Cali.

También caí en cuenta que un libro que acabo de terminar sobre el oficio de reportero está salpicado de sus enseñanzas a pesar que jamás asistí a sus muy mentados cursos en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.


Quizás lo que más me quedó sonando de todo lo que leí con motivo de su muerte sea lo que dijo el escritor William Ospina en El Espectador sobre su literatura: “…Hay siempre en ella un costado noticioso: su estilo siempre nos está informando algo. Sus párrafos tienen la claridad de la concisión, y a menudo el impacto de las noticias.”  Con esto, Ospina logró retratar de cuerpo entero al escritor-reportero que embrujó la escritura.

martes, enero 28, 2014

Carta a Falcao

Por Jorge Manrique Grisales

Apreciado Falcao:

Hasta el mismo presidente Santos sacó provecho de la desgracia nacional de verte postrado en una cama mientras tus rivales entrenan y se preparan para el Mundial. Muy sonriente se apareció en la sala de recuperación luego que te intervinieran quirúrgicamente la rodilla izquierda. En época electoral vale todo y los asesores del primer mandatario no dudaron un momento en recomendarle que dejara tirada la agenda económica de Davos, Suiza, y se fuera a mojar pantalla al lado del héroe caído.

Te cuento que el país anda con los pelos de punta no por la guerrilla, la pobreza, el desempleo o la destitución de Petro... Todos andamos pegados de la esperanza que puedas jugar en Brasil. Eres Trending Topic en las redes sociales y algunos hacen chistes sobre vos para aplacar tanta tristeza. El país se paralizó cuando se supo de tu lesión jugando un partido ante un equipo de cuarta división en Francia (siempre pensé que eso de irse para El Mónaco no fue una buena idea).

A todos nos duele que después de la hazaña contra Chile en Barranquilla, cuando empataste un partido que dábamos por perdido en el primer tiempo, ahora tengamos que resignarnos a hacerle fuerza a Jackson para que haga los goles que te estaban aguardando en las canchas brasileras. Recuerdo muy bien como colocaste ese balón para patear ese segundo penal. La frialdad con la que diste unos pasos atrás y la certeza de ese zapatazo que puso a gritar a todo un país. Yo estaba en la cafetería de la Universidad y casi me salgo de la ropa... No lo podía creer.

Al hacer un balance de fuerzas sobre las posibilidades de verte en el Mundial, pienso en lo que ha sido tu carrera. No te pareces a Maradona, Messi, Ronaldo, Forlán o el Pibe... Eres El Tigre y así comenzaron a idolatrarte los hinchas de River donde comenzaste a sacar las garras. Aún no tenías el pelo largo y conservabas una carita de niño bueno.

No sé de dónde se le ocurrió a tu papá que deberías llamarte Falcao, como aquel legendario jugador brasileño que lloró celebrando un gol ante Italia en un Mundial que ya no recuerdo muy bien. Alguna vez le escuché que quería que tú jugaras como el mencionado mediocampista carioca, pero la verdad no te pareces en nada. Eres certero cuando estás en el área. De Paulo Roberto Falcao sólo te quedó el nombre que poco o nada combina con el de tu papá, Radamel.

No se me puede olvidar cuando siendo técnico de la selección Colombia, Leonel Alvarez te puso a "banquiar" en el partido contra Bolivia en la Paz. Entras en el segundo tiempo y de inmediato le das la victoria al combinado nacional... Qué vergüenza para Leonel que creyó que teniéndote de suplente nos iba a clasificar a Brasil.

Ojalá que cuando te recuperes pienses en un futuro lejos del Mónaco. No sé si te tengamos para el Mundial de Rusia en 2018, pero todo hay que irlo pensando. Acabo de verte en una cámara hiperbárica en Twiter. Dios quiera que toda la tecnología y esa fe inquebrantable que tienes te aproximen a lo que todos queremos: verte devorar rivales en el área y marcar los goles con que sueña Colombia desde hace 16 años que no vamos a un Mundial.

jueves, marzo 03, 2011

EL DERECHO DE LEER NOTAS LIGERAS

Texto leído durante la presentación del libro "Notas ligeras" de Daniel Samper Pizano y Maryluz Vallejo en la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, el 3 de marzo de 2011.

Por JORGE MANRIQUE GRISALES

Para iniciar la moderación de esta charla con Maryluz Vallejo y Daniel Samper, acudo a una nota ligera de García Márquez que alguna vez leí y que me tranquilizó mucho... Decía aquella nota salvadora que uno puede aplicar, sin remordimientos, el derecho de cortar de tajo aquellas lecturas aburridas.

Fue como la absolución al pecado mortal que cometí en mi juventud cuando me regalaron El Criterio, de Jaime Balmes. Muy entusiasmado ataqué las páginas pero sentí que era como arar en el mar… Ahí tengo el libro todavía….Tal vez más tarde haga un segundo intento. Esto que estoy diciendo puede ser un sacrilegio en el mundo académico, pero también confieso, de paso, que he dejado a media andadura libros y artículos que pareciera que sólo se escribieran para deleite de sus autores porque los simples mortales no los entendemos… A algunos se les olvida que la lectura también debería ser un goce para el que lee.

Lo anterior no quiere decir que escribir, claro y ameno, al estilo de las Notas Ligeras, sea cosa de incultos. Por el contrario, Pena de Oliveira (2009) destaca el carácter culto que tradicionalmente ha acompañado la actividad periodística en algunos países. “En Francia, por ejemplo, el periodismo suele ser ejercido por intelectuales de renombre, y arrastra una fuerte tradición cultural y política”, precisa. Igual en buena parte de la historia del periodismo colombiano

¿Qué leen y qué escriben los estudiantes universitarios? Es el título de una investigación que adelantan Colciencias y ASCUN en varias instituciones de educación superior del país, entre ellas la Javeriana de Cali. He conocido algunos resultados parciales del estudio y una de las cosas que más preocupa es que los materiales que preparamos los profesores bajo la benévola envoltura del Power Point aparecen como una de las principales lecturas de nuestros estudiantes.

Gracias al libro Antología de notas ligeras colombianas comprendí que existen otras formas de aprender y enseñar historia, política, literatura, música, economía, psicología, geografía, sociología, deportes, cocina y todas las demás cosas que hacen parte de la cotidianidad, incluyendo los remedios caseros. Allí hay un retrato de país construido desde los orígenes del periodismo, la crónica, el ensayo y las columnas de opinión.

Obviamente, que en esta tarea de armar el retrato están dos periodistas que como Maryluz Vallejo y Daniel Samper han transitado el país desde el ejercicio de la reportería, y conocen el barullo de las salas de redacción de antes donde Usted aprendía de todo al filo de un implacable cierre de edición.

En la Antología de notas ligeras colombianas todo está servido como un exquisito menú… Sin pensarlo dos veces, arranqué por Alvaro Cepeda Samudio y su alucinante historia de la Gallina de Tuluá; y a continuación abordé a Klim con su radiografía de cuerpo completo del árbitro de fútbol que me recordó a Eduardo Galeano en otra pieza magistral de Notas Ligeras: Fútbol a Sol y Sombra. Obviamente, detrás de esta decisión estaba la imagen del Daniel Samper que leí divertido en “Dejémonos de Vainas” en los ochenta, cuando su papá, Andrés Samper Gnecco, el inolvidable “cadete” Samper nos dictaba clases de Relaciones Públicas en la Universidad de la Sabana. Era una clase que empezaba y terminaba puntual. En ocasiones, él aprovechaba para hacer con nosotros, sus estudiantes, una especie de catarsis cuando se quejaba que él no había criado a sus hijos (Daniel y Ernesto) sino que los había malcriado. Allí murió el doctor Samper dictando su clase de Relaciones Públicas el 8 de abril de 1988. No entendí por qué razón no se incluyeron en esta antología algunos de sus amenos relatos incluidos en el libro “Cuando Bogotá tuvo tranvía y otras crónicas”.

Después de Cepeda Samudio y Klim, seguí por los lados de Gonzalo Arango y su construcción muy particular del bandolero “Desquite”… Como para reflexionar después de la muerte de personajes como Tirofijo o el Mono Jojoy.

Eduardo Arias nos recuerda esas rabias menuditas que siente uno con la forma de ser de alguien. Los diminutivos del presidente Uribe en sus consejos comunales lo sacaban de quicio. En esta antología, García Márquez relata la alucinante historia de una modelo italiana que come de todo y no engorda… Como para confrontar hoy con el imaginario social de la anorexia. Héctor Rincón nos recuerda, con su particular estilo de “no te lo puedo creer” la moda traqueta de los carros en las ciudades de Colombia; Juan Gossaín relata sus intimidades con una vieja máquina de escribir, mientras que uno de los históricos del periodismo colombiano, Enrique Santos Montejo “Calibán” se preguntaba a finales de los sesenta de qué le serviría al hombre ir a la Luna… Y sentenciaba: “Es mejor dejar la Luna quieta”…

Sorprendido quedé con las Notas Ligeras de José Asunción Silva y sus inquietantes descripciones de las damas santafereñas tras las mantillas heredadas de la España católica… Un auténtica relevelación, pero no sigo porque el tiempo no alcanza...

En esta Antología se dan cita setenta y cuatro poetas, literatos, autodidactas, periodistas, historiadores, intelectuales, en un rico cuadro que nos ayuda a entender los contextos que han acompañado al país en sus transiciones entre los siglos XIX y XXI.

Dejo para el final la referencia al estupendo prólogo que descubre los juiciosos análisis de Maryluz Vallejo y sus recorridos por las distintas formas de narrar que le hemos leído en otras obras suyas. No me atrevo a imaginar cómo se dividieron este trabajo del prólogo con Daniel Samper, pero sí tengo que decir que es una pieza importante que demuestra que el ADN del ser colombiano está hecho de notas ligeras.

martes, enero 11, 2011

¿QUIEN DIJO CRISIS?

Por Jorge Manrique Grisales*

Mientras los expertos se esculcan las neuronas tratando de interpretar las inquietantes cifras del desempeño de la economía, en Cali un mago callejero alista su improvisado escenario en las antiguas bodegas de la Industria de Licores del Valle, un sitio como para rodar una película de pandilleros al estilo Martin Scorsese.

Son las 7:30 de la mañana y la fila de ciudadanos para reclamar la cédula ya es larga. La economía del mago, y la de cerca de 20 personas más que laboran allí vendiendo tintos, estuches plásticos para las cédulas, minutos a celular o puestos privilegiados en la interminable cola, no depende de si el dólar subió o bajó, o de si Obama finalmente ayudó a las multinacionales gringas para que sigan inundando de carros el planeta.

Ver todo el texto en la Revista Cronopio





sábado, julio 25, 2009

"Comunicación es cualquier cosa"


Charla con Raúl Fuentes en la Universidad Iteso, de Guadalajara (México)

Jorge Manrique Grisales (*)

A Raúl Fuentes Navarro hay que buscarlo entre montañas de libros y papeles en su oficina de la Universidad ITESO de Guadalajara. A pesar de la proliferación de celulosa, él sabe exactamente dónde está aquello que necesita o que alguien le consulta. En este santuario, la silla está ubicada detrás de una trinchera de libros y materiales argollados o sueltos de todos los tamaños y colores. Su espacio parece una cautivante selva de conocimientos en la que proliferan muchas especies.

Estando allí, resulta difícil vencer la tentación de echarle un ojo a cualquier cosa que uno tenga al alcance de las manos. El dueño de aquel espacio apenas mira por encima de las gafas tratando de ubicar a la persona que viene de Cali, Colombia, y que días antes le solicitó una cita para conversar. Casi que al estilo paparazzi, le pido que se tome una foto conmigo en medio de los montones de libros. Accede de buena gana y presta una buena sonrisa. Salimos de allí al aire tibio que recorre el campus de la Universidad jesuita del ITESO, en Guadalajara, México. Todos están allí en vísperas de vacaciones de verano. Se siente cierta emoción contenida en los funcionarios y los pocos estudiantes que aún transitan por allí.

Fuentes me invita a caminar, pero cortésmente le explico que prefiero que nos sentemos primero. Tengo la sensación que si caminamos, las ideas que se agitan en mi cabeza pueden escurrirse por los senderos que llevan a todas partes en el ITESO.

“Nada de qué preocuparse”

Estoy al frente de quien como un torero ha lidiado con maestría y distancias precisas el incierto toro de la Comunicación. “Ya no hay que preocuparse”, dice tranquilamente después de escuchar atentamente las razones por las cuales le pedí cita. Por un momento me quedo en la nebulosa. Viajé miles de kilómetros para beber de una de las autoridades académicas más grandes del continente y su respuesta es que “ya no hay que preocuparse”… Espero mientras su vista se fija en un punto incierto por encima de mi cabeza. Comienza a hablar lentamente buscando los enlaces precisos para las ideas…

“… El sentido de las preguntas por la Comunicación ha cambiado….A nadie le interesa responderlas. Hoy las miradas se vuelcan a otros referentes como la acreditación o las competencias”, dice… Caigo en cuenta que estamos en un proceso de acreditación en Cali y siento algo de culpa por los afanes con los que a veces se abordan estas cosas. Fuentes suelta otra andanada al señalar que hace 25 años en contextos como la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS) el currículo sí era importante para la enseñanza de la Comunicación. “…Hoy es irrelevante pues se atiende más al éxito laboral de los egresados”, sentencia.

Lentamente construye el siguiente argumento que viene en forma de pregunta “¿cuántas profesiones puede haber asociadas a la comunicación”. Su mirada se fija en mí con cierto aire retador. Pienso en énfasis, enfoques de programa, en fin, en aquello que sólo vemos y hacemos desde las universidades. No respondo para no embarrarla… Generosamente, él responde su propia pregunta: “Hablamos quizás de cerca de 1.500 figuras profesionales que tienen que ver con producción en muchos formatos… Esto nos lleva a pensar, entonces, ¿Cómo es el mundo profesional de la Comunicación?...” Vuelvo a la nebulosa, pues no sé ahora por dónde va a coger. Aguanto algunas preguntas que comienzan a dar vueltas en mi cabeza a la espera del desenlace del nuevo interrogante. “…Todo tiene que ver con la dinámica social y los complejos entramados de la Comunicación con la economía, la cultura, la política”, señala.

Respiro un poco tranquilo, pues el discurso académico de moda ratifica el cruce de caminos en que se ha convertido la Comunicación. Pero, de nuevo, Fuentes, pone en discusión la forma como lo hacemos en las facultades de Comunicación: “…Nos hemos dedicado a crecer y en el currículo no tocamos el proceso” y a continuación llama la atención sobre lo que debería ser una formación básica en Comunicación: “Hay que retomar los ingredientes básicos de la interacción del sujeto con su entorno, es decir, la capacidad de hablar, escuchar, leer y escribir”. La sentencia queda como congelada en el aire hasta cuando suelta otras dos preguntas para recogerla: “¿Qué pasa si el estudiante tiene estos ingredientes básicos?, pero también ¿qué pasa si no los tiene?”

Viene otra pausa mientras prepara la respuesta a sus nuevas preguntas. “La Comunicación se plantea hoy como un asunto ético relacionado con ‘el estar’ y la responsabilidad, es decir, ‘el saber estar’”, concluye.

Creo que si por alguna contingencia la charla tuviera que interrumpirse en este preciso instante, al menos me llevaría para Colombia algunas pistas para reencauzar la discusión de aquello de lo que deberíamos ocuparnos las carreras de Comunicación.

Pasan los minutos y seguimos sentados en las bancas de concreto, a la sombra fresca de los árboles en el verde campus del ITESO. Pienso que si le digo que caminemos de pronto se rompa el hilo de la conversación.

Volvemos al sentido de la formación en pregrado y esta vez Fuentes se pregunta ¿para qué un sujeto va a la Universidad? La repuesta no tarda: “Se ha perdido el carácter universal de la Universidad… Sencillamente no se ve… No tenemos idea de cuales son las competencias básicas y cuáles las especializadas en Comunicación… Para verlo habría que hacer un análisis de los egresados y mirar a qué se dedican”.

De acuerdo con el investigador, todo queda en manos de un mercado del que emergen nuevas figuras profesionales, entre oficios y actividades, que desdibujan el supuesto formativo de la Comunicación.

Profesores que enseñen
Interpretando mi mirada interrogante, Fuentes responde la pregunta que no le alcanzo a lanzar porque la atrapa en el aire antes que salga de mi boca. “Lo que distingue a una verdadera universidad es que tenga profesores que enseñen”, sentencia. Luego explica que la profesión de profesor no puede confundirse con la actividad de alguien que está sólo por momentos y no se involucra en el proceso. Gran preocupación para todos, pues la figura del docente por horas existe en todas partes y muchas veces no sabemos hacia dónde van esas horas de trabajo con los estudiantes.

La figura del profesor emerge de los labios de Fuentes como la persona que construye conocimiento involucrándose de manera consistente en un proceso de producción social de sentido, en contraposición con la simple circulación de mensajes, figura a la que se ha reducido el objeto de la Comunicación. “Hoy Comunicación es cualquier cosa… El saber social se ha reducido a procesos instrumentales de ciclo económico corto, con muy bajo nivel de contenido”, señala.

Otra idea muy en boga es la del estudiante-cliente sobre la que Fuentes expresa un profundo malestar. “No se debe tratar a los estudiantes como clientes, pues el cliente siempre tiene la razón, y eso es muy grave para las universidades”. El tema queda allí, pues no admite discusión.

Otra idea que ronda por mi cabeza es la de las formas como los estudiantes se relacionan hoy con el conocimiento. “No podemos pensar en la formación de sujetos para escribir sin leer… El estudiante debe ir descubriendo que hay algo más allá de las clases… Algo que lo lleve a escenarios de interacción social profesional”, afirma el investigador.

A propósito del duelo pantallas vs libros, Fuentes recordó cómo en un evento académico en México, al que fueron invitados otros importantes académicos de la Comunicación, él concluyó ante el auditorio que para poder hablar de la presunta desaparición de los libros, los eminentes académicos reunidos allí tuvieron que escribir muchos libros… Algunos se molestaron.

Los posgrados en Comunicación en América Latina, como sucede con el campo mismo, han sido objeto de inacabables debates. Pensar en un doctorado implica retomar la historia misma del campo y constatar que no estamos organizados disciplinariamente, como ocurre en Estados Unidos. “El punto aquí es la interprofesionalidad… Hay que pasar del pensar al hacer… Necesitamos de gente que se ocupe del campo… Los doctorados no se pueden hacer desde los temas, hay que construirlos desde las personas con proyecto”, concluye.

La charla lleva más de dos horas. Tímidamente, Fuentes saca su paquete de cigarrillos y me ofrece. En otra época, gustoso, le hubiera aceptado la invitación. Recordé mis años de reportero de periódico en los que fumaba desesperadamente mientras molía cuartillas. Ahora, simplemente observo como mi interlocutor aspira y lanza el humo lejos de la línea de diálogo que mantenemos… Cambiamos de tercio y ahora sí acepto su invitación a caminar por el campus del ITESO.
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(*)Comunicador social-periodista. Magister en Tecnología del Información aplicadas a la Educación y especialista en informática para la docencia. Actualmente dirige la Carrera de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana Seccional Cali y coordina la Red de Homólogos de Comunicación de AUSJAL.